El súper que tiene dentro una casita de cuento

Mercaplaza, que resiste desde los ochenta en la zona monumental de Pontevedra sin casarse con ninguna cadena alimenticia, cogió el relevo del ultramarinos Muiños. La última reforma lo ha llenado de encanto.

La historia de Mercaplaza, un establecimiento ubicado a tiro de piedra del mercado de abastos de Pontevedra, no puede escribirse sin empezarla como un cuento. Porque este súper, que ya era especial antes de su última reforma, dado que lleva resistiendo desde el año 1987 en la zona monumental pontevedresa sin casarse con ninguna cadena alimenticia, se hizo más hermoso tras la pandemia. Fue ahí , en medio de todo el zafarrancho del covid, cuando, en la enésima reforma del local —lo fueron cambiando porque poco a poco y lograron aumentar su tamaño hasta tener, como ahora, más de 250 metros cuadrados— a los dueños se les ocurrió la idea de restaurar, en medio del súper, una especie de casa de piedra con su ventana bonita, sus flores y hasta su farol delante. En realidad, es un viejo patio de luces. Pero a la vista parece una auténtica casita de cuento con todo su encanto.

El comienzo

La historia de Mercaplaza empezó el día que José Muiños, que regentaba un antiguo ultramarinos en el sitio donde nació este el negocio, cruzó la calle Serra para decirle a los hermanos pontevedreses Lago, que regentaban enfrente una tienda de Lago Aves —donde venden productos de su empresa de cárnicos—, que él iba a cerrar y que en su local querían poner un supermercado, pero que prefería que fuesen ellos los que montasen algo. «Nos dijo que lo cogiésemos nosotros y nos dio todas las facilidades para hacerlo», recuerda Miguel Lago. Así lo hicieron, transformando la vieja tienda en un supermercado que con los años fue ganando espacio. Fue comiéndole terreno a lo que antes eran unas viejas caballerizas, un patio de luces... Aprovechando esta circunstancia, los Lago trataron de rehabilitar la antigua piedra y darle el encanto que hoy tiene su local. La casita no pasa desapercibida para ningún cliente: «Les encanta, todos nos dicen que quedó muy bonita», cuenta Raquel. Ella es hija de Miguel y encarna la segunda generación de los Lago al frente de esta superficie alimenticia.

«Somos una gran familia»

Raquel, que tiene 32 años, comanda un equipo de ocho trabajadores, casi todos mayores que ella, ya que en Mercaplaza la tradición es que los empleados entren para no marcharse hasta la jubilación. Se ríe al contarlo Loli, una de las cajeras, que estudió Magisterio, vio que las oposiciones se le torcían y, hace ya 35 años, comenzó a trabajar en este súper. Y hasta ahora: «Me faltan unos meses para jubilarme. Y antes que yo ya se fueron otras compañeras que también se jubilaron aquí... somos una gran familia», dice. Raquel, ahora responsable del negocio, aterrizó en este supermercado recién llegada de Barcelona. Ella estudió Económicas y Derecho y, además de pasar por Edimburgo y trabajar allí, se empleó luego en Puig, la empresa de Carolina Herrera, en Cataluña. Estaba en el departamento financiero y le gustaba lo que hacía, pero quería volver a Pontevedra. Sabía que aquí lo tendría más difícil para emplearse y decidió, en mayo del año pasado, ponerse al frente del negocio familiar. Dice que está contenta con el giro radical que dio su vida. Y su padre le espeta entre risas: «¿Cómo que te gusta, y todas las quejas que me das?».

Reconocen Raquel y Miguel que no es fácil que un súper tradicional y familiar, que no está adherido a ninguna cadena, compita con las grandes superficies. «En toda la zona antigua de Pontevedra quedan dos... y eso no es ninguna buena noticia», señala Miguel, que es presidente de la asociación de comerciantes Zona Monumental. ¿Cuál es la clave para resistir? «Tenemos un público muy fiel, mucha gente que vive en esta zona. Y otra que viene a la plaza de abastos a comprar y también nos visita. Otra de las claves es que enfrente seguimos teniendo la tienda de Lago Aves, con todos nuestros productos de pollo», señala Raquel.

¿Cuáles son los puntos fuertes de Mercaplaza? Cuentan sus responsables que su producto estrella es la carne, procedente de animales sacrificados en el matadero de Pontevedra. La venta de frescos es tan grande que tres de los ocho trabajadores del súper están en charcutería y carnicería. Otra de las apuestas son los productos gallegos que no hay en grandes lineales. Por ejemplo, las rosquillas de Ponteareas típicas de las fiestas. O marcas tradicionales de calidad que fueron quedando desplazadas y que los Lago, por principios y porque la clientela las pide, les hace sitio en las estanterías. No tienen pescadería porque creen que con la plaza de abastos enfrente sería un sinsentido. Y a cada cliente se le llama por su nombre. Cómo no.